espacio para crecer
un pequeño pensamiento sobre qué hacer con tu yo artista
Comienzo este pensamiento caminando por el campo de nuestra casa familiar en Brasil. El campo está seco, diferente al verde que recuerdo de la última vez. Pasé mi primera noche observando cómo ardía una luz fucsia en el horizonte, justo entre los árboles y montañas amontonadas bajo el cielo. Mi prima dice que han habido más incendios últimamente.
Las personas tienen sus estaciones, los lugares parecen tenerlas también.
Cruzo el campo. Vengo a Brasil cada tantos años y la casa suele estar un poco cambiada cada vez que vengo. La casa está pintada de rosa en vez de azul de la última vez. Ahora tenemos vacas y pollos. Pero aún hay palmeras dando sombra, árboles que sueltan sus flores y fruta colorida a mis manos. Observo un tucán zambullirse en la copa de un ábrol, pericos deslizándose junto al tejado rojo, una pequeña tarántula nadando en la piscina.
¿Es un hogar temporal tan real como uno permanente?
Camino por el campo de colmenas esculpidas con tierra roja. La hierba seca sostiene mis pies y siento cómo el sol se posa sobre mi piel. Aquí, el sol se siente diferente al sol de Madrid.
Los sonidos son sencillos pero constantes: los periquitos, un perro roncando, las vacas masticando las hojas de las palmeras, los insectos invisibles tarareando en la maleza, el baile de las hojas.
Una vieja pregunta vuelve a mis pensamientos:
¿Cómo puedo estar completamente presente, con todos mis yoes, aquí donde estoy?
Habiendo crecido entre tres países, culturas e idiomas, aún me hago esta pregunta. Siento que tengo un yo americano, un yo español, y un yo brasileño- pero no sé hasta qué punto. Esta vez, siento la pregunta expandirse.
Camino por los campos de mi hogar en Brasil tras haber dejado un trabajo corporativo en Madrid. Dentro de este cambio, estoy volviendo al mundo de la literatura y la educación. Y mientras camino a través de este cambio, estoy consideranto los "yoes" que me han llevado hasta aquí y siento un cierto "yo" volviéndose más real.
Traje un libro de Mary Oliver conmigo en este viaje y me sorprende con el mismo pensamiento:
“Yo soy, al menos, tres yoes.”
Hay múltiples "yoes" dentro de nosotros, y no siempre se manifiestan de la misma manera ni al mismo tiempo. Según Mary, primero está el niño. A veces distante, pero siempre presente. En segundo lugar, está el yo atento y social: "atado a mil nociones de obligación," ocupado con el reloj, lo ordinario (y necesario) que hace que el mundo gire. Y luego, está el tercer yo; ocasional para algunos, tirano para otros. Este yo está "desenamorado de lo ordinario; desenamorado del tiempo."
Este yo se preocupa por lo eterno, por la permanencia; tiene hambre de espacio expansivo, del infinito, de hacer que el mundo avance.
Este es el yo artista.
Continúo mi caminata hacia el mango. Recuerdo que, por mucho que ame mi hogar en Madrid, también necesito mi hogar en Brasil. El mango siempre ha estado aquí. Cuando no estoy aquí, a veces siento que el mango me llama. Siento que mis distintos "yoes" me invitan a explorar, a recordar. El yo artista hace lo mismo.
Estos últimos años, personalmente, han consistido en cumplir tareas pendientes, dirigir mi energía hacia asegurar una estructura profesional y social. En vivir una vida que "hace que el mundo gire," con sus compartimentos y espacios organizados. He intentado construir una estructura para mi yo artista: darle una casa donde dormir, un rincón de una habitación para que tenga suficiente espacio para jugar. Pero la adultez tiene una manera de cuestionar, incluso de sofocar ese yo. Aunque he tenido espacio para que el yo artista “sea”, me ha faltado espacio para que el yo artista “crezca”.
Bajo el mango, miro hacia arriba. Las capas de hojas se agitan y flotan sobre mí, como una nube a punto de estallar en una ligera lluvia. Mi calle bulliciosa en Madrid parece a mundos de distancia. Mi yo artista ha tenido espacio para ser, pero reconozco que me ha faltado espacio / verde / tropical. A mi yo artista le ha ha faltado espacio para crecer.
Hay mucho que estoy descubriendo sobre las decisiones, sobre el regalo y el peso del cambio, sobre los cambios mentales que ocurren a medida que avanzas y obtienes claridad sobre la vida. Y mientras lo hago, me sorprendo una vez más con la sabiduría de Mary Oliver:
"Nunca debes dejar de ser fantasioso. Y nunca debes, jamás, darle a nadie más la responsabilidad de tu vida."
Podemos intentar construir una estructura segura para nuestro yo artista, una casa donde pueda dormir y tener suficiente espacio para jugar. Pero si has pasado suficiente tiempo con tu yo artista, llega un punto en el que debes admitir una verdad difícil: el yo artista no está hecho para estructuras cerradas.
El yo artista querrá una ventana, una puerta abierta. Querrá caminar o correr, descalzo y libre, por la puerta principal. Cómo se vea eso en tu vida depende de ti, y esa es otra verdad difícil. La vida tirará de tu yo atento y social y te convencerá de que el yo artista puede esperar. Pero la vida también te empujará e invitará a considerar tus diferentes "yoes". Solo tú puedes decidir si y cómo hacerlo.
Termino mi caminata y me acomodo en la veranda de la casa con papel y boli. Desde aquí, veo el mango. Escucho a mis "yoes," en diferentes lenguas y pensamientos. Escucho al niño soñador dentro de mí. Escucho al yo atento y social, recordándome lo que debo hacer cuando regrese a casa. Y luego, escucho a mi vida, las temporadas que estoy terminando y las temporadas hacia las que me estoy inclinando.
El mango se mueve con una suave brisa.
Por ahora, sé que el yo artista necesita espacio para crecer.